ERNESTO PEREZ

"Dad palabra al dolor; el dolor que no habla gime en el corazón hasta que lo rompe" W. Shakespeareel

La locura que ensordece la tierra

" una libertad que no se afirma nunca tan auténticamente como entre los muros de una cárcel, una exigencia de compromiso en la que se expresa la impotencia de la pura conciencia para superar ninguna situación, una idealización voyeurista-sádica de la relación sexual, una personalidad que no se realiza sino en el suicidio, una conciencia del otro que no se satisface sino por el asesinato hegeliano".
J. Lacan

jueves, 29 de julio de 2010

Literatura Argentina: de Echeverría a Rozenmacher

LO QUE DESBORDA EN LA LENGUA

Comenzaremos diciendo que “El matadero” es una metáfora del sistema político ejercido por Juan Manuel Rosas, y que narró Esteban Echeverría.
“Cochecito” de Germán Rozenmacher de 1967 simboliza la realidad de esos años. Épocas muy distintas son puestas en consideración.
Dos caudillos son evocados en ambos cuentos: en uno Rosas personifica los ideales de los más pobres, lo mismo ocurre con Perón en el cuento de Rozenmacher. En un caso el líder está en el poder y en el otro en el exilio.
El diálogo de las letras con una realidad política y social que refleja no es mecánico, porque el artista en su hacer con la lengua, inscribe lo que desborda, al representar objetos de goce prohibidos, pero al mismo tiempo crea el marco para que ese real sea posible, excluyendo e incluyendo a la vez lo inasimilable.

Pensamos que de la violencia por ideales románticos o autóctonos, pasamos a la violencia donde los ideales son cada vez más lejanos prefigurando esa violencia sin ideales, sin sentido y a puro cinismo que caracteriza este horror contemporáneo.

Los gauchos y los negros que apoyaban al caudillo expresan la violencia y la barbarie del matadero. Los grupos de la resistencia peronista representan en Cochecito, la violencia revolucionaria de los años 60 y 70.
Se combinan escenas grotescas y violentas de un intenso realismo entre las que destacamos el niño degollado, la matanza del toro, la tortura del joven unitario y el ambiente vulgar, donde cuerpos bestias y apetitos se mezclan en forma dionisíaca.
La matanza del toro prefigura la tortura y muerte del unitario En un ambiente de terror y violencia del cual no hay escape, solamente se aceptan “machos”, no hay sitio para hombres sensibles como el unitario, símbolo del humanismo romántico.

En principio nos llamó la atención cómo está ubicado este texto en nuestra literatura: “Texto polémico porque es ficción y/o realidad”, “Inaugura anticipadamente el realismo en nuestras letras”, pero lo más sorprendente es lo que arrastró como censura en un discurso fundacional.
Nunca sabremos las causas por las cuales Echeverría nunca publicó El Matadero. Pero el juicio póstumo de Gutiérrez sobre su “desnudo realismo”, brinda un indicio de las razones de la autocensura que Echeverría se impuso y de los posibles rechazos que hubiera suscitado.
Nosotros nos preguntamos sobre este “desnudo realismo que forzaba las preceptivas del romanticismo”. No sabemos si Echeverría ignoraba que Matasiete fue el nombre de un importante triunfo de las armas de la independencia en Venezuela, pero si podemos decir, que en él el discurso americanista queda elidido.
Así los llamados géneros son formas de gozar de, por y hacia la lengua, donde objetos censurados se ponen en juego en distintos fantasmas, anudando subjetividades.
En este caso el fantasma sádico y canibalístico, que muestra el matadero es intolerable, al igual que el fantasma de sometimiento del varón.
Este fantasma sacrificial va aparecer largamente, primero el indio y el negro, luego el gaucho federal, mas tarde, el inmigrante y el cabecita negra de alguna manera encarnan.
“Gaucho” ha sido una de las formas en que la cultura urbana del siglo XIX intentó capturar un sujeto colectivo que casi siempre queda afuera. Son los bárbaros que se oponen a la civilización. Gaucho es el malhechor, es una sospecha que necesita ser explicada. A través de sus letrados, se definen dos grandes figuras: gaucho patriota y gaucho malo, redundancia en el esfuerzo por crear una identidad.
Así se cifran gran parte de las polémicas que acompañan la constitución del estado y de la literatura nacional. Los escritores participan del desafío mostrando sus destrezas y sus debilidades: la fascinación por el enemigo, la didáctica ejercida a través del rebelde, la épica de la domesticación, el regodeo o la reticencia en los relatos de las hazañas de la barbarie.
Así El matadero trae los significantes que son caros a nuestra lengua, la carne y su goce en destripar, cuchillo, sangre, apetitos, y son los caudillos, los guapos, que por su agresividad, van a ir definiendo el mapa de una época, que marcará a fuego lo que se va a repetir.
“-¡Aquí están los huevos!-Y sacando de la barriga del animal y mostrándolos a los espectadores exhibió dos enormes testículos, signo inequívoco de su dignidad de toro por su indomable fiereza. La risa y la charla fue grande.”
Masculinidad, poder y violencia están en relación y en constante necesidad de ser revalidados, para no caer en la castración, la humillación y la indignidad.
“...a llorar a gritos como yo de chico. Y aguanto cualquier cosa menos que vos llores como cuando vi en un potrero como unos pibes más grandes capaban a un gato con una gomita y la niñez murió para siempre y así me sentí”, relata a su vez el protagonista de Cochecito.
En los dos textos el poder del machismo es un valor que se sostiene con un fantasma siempre latente de castración y muerte.
Momentos donde el poder sobre los cuerpos hace sentir su vasallaje. Momento donde el odio de las víctimas hace sentir la violencia de la venganza.
Desde sus orígenes, la literatura Argentina estuvo signada por la violencia. El matadero, condensa el terror en la lengua, el cuerpo y las ideas, que recorrerá gran parte de las letras y la historia nacional. “...quedó atado en cruz y empezaron la obra de desnudarlo. Entonces un torrente de sangre brotó borbolloneando de la boca”.

Cochecito es otro momento de la literatura Argentina, los sesenta, donde se imponen nuevas formas, nuevas temáticas que configuran un punto de partida inédito para el realismo. Se ha dicho más consistente, mas comprometido y militante, pero debemos decir que además, el realismo de Rozenmacher se manifiesta como autorreflexión, soliloquio, y a veces en dialogo interior, hay mezcla de distintas voces y una polifonía de discursos que acentúan la complejidad y riqueza del relato.
El grotesco ácido y sórdido de su obra nos recuerda a Arlt, donde los personajes solitarios, desolados, desesperanzados y sin ningún ideal, ironizan sobre los espejismos vanos de los hombres integrados en una sociedad que los rechaza.
Personajes en pugna constante por reivindicar lo bajo, lo pobre y la negritud. Aparecen estos aspectos rechazados de cada uno, en una dialéctica autodestructiva que va dejando muertos, dedos, pulmones, ojos y sangre en el camino y no logra un reconocimiento de sí.
En Echeverría lo bueno y lo malo están bien delimitados, en Rozenmacher aparece lo malo éxtimo (que es exterior e interior a la vez)
“...porque hoy este y mañana cualquier otro llevándome por delante porque ando mal vestido y soy medio morocho y a quien le hablás así negro roñoso le dije apuntándolo con la 38 lo llevé al baño y cómo temblaba y vos como si nada recorriendo nuestros efímeros dominios de living y dormitorio y le dije abrí la canilla y después lavate a ver si se te aclara el color”.
Hay un tratamiento de la violencia de esa época donde esta muy bien reflejada la resistencia peronista luego del golpe militar que derroca a Perón. Un gobierno que había retomado viejas banderas nacionalistas, autóctonas en defensa de los humildes.
Luego del derrocamiento ocurren los fusilamientos y el peronismo retoma las banderas de lucha.
Pero esa violencia adquiere poco a poco en el cuento un matiz de sin sentido. Los personajes están en guerra dentro del mismo grupo en un todos contra todos y esos ideales están cada vez mas lejos como el “Hombre”exiliado y “una revolución que nunca llegará”.
“-Mirá pibe. Lo único que sé es que el Viejo las sabe todas, no por algo les rompió una vez el siete. Él pone cara de póker, avanza, retrocede, juega al ajedrez y espera para dar el tajo final.
-Pero esta lejos.”
Esa violencia es por momentos cínica porque solo sirve para fines individualistas y a veces espurios.
“...y como le digo a Portoni me abro y solo me afané un traje para la luna de miel y me quedé con algo para gastos chicos nomás, para ir tirando y mirá que cuesta no tomarle el gustito, petisa, a la plata fácil”
Mezcla de insatisfacción, resentimiento, machismo, coraje hasta el límite y odio a sí mismo, nuestro personaje va circulando lleno de dudas entre un amor que degrada constantemente y que no puede aceptar, porque quedaría como boludo y traidor, y sus ideales revolucionarios que a veces piensa que son irrealizables. “...ahora que pasó el tiempo me di cuenta que Buenos Aires nunca arderá”.
Persiste una vorágine en la narración que nos lleva aceleradamente a perdernos en un tiempo que es a veces envolvente, a veces circular y en torbellino pero siempre tiene esa urgencia de lo inexorable.

O sea, esta odisea entre los que se asumen como víctimas y claman vengarse para sacrificar a otro, y aquellos que la historia los coloca en victimarios, muestra las posiciones sexuales de un drama humano no resuelto, un machismo nunca terminado, y siempre a punto de reaparecer. El ideal fálico debe ser revalidado en un más... más... y más que no tiene fin.
Podemos decir que si El Matadero es representación de la carnicería humana por ideales en pugna en un momento donde el estado nacional no esta constituido, Cochecito lo es de una carnicería donde los ideales se van desdibujando, y se hallan cada vez más distantes. Entonces el cinismo comienza a aparecer como alternativa, en un momento histórico que marca el inicio de la disolución del estado con los distintos golpes militares, y va instalando en la Argentina el capitalismo que globaliza la segregación.
Texto presentado en Autopistas de la Palabra en la Biblioteca Nacional

2 comentarios:

  1. muy bueno tu blog.saludos
    dora

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  2. Muy bueno Ernesto. Esa comparación entre dos momentos históricos, y la presencia de la violencia como manifestación del pueblo "cuando aún no se había constituído el estado nacional" (posterior a Rosas) y frente a la disolución del estado nacional frente al inicio de los golpes militares. Los dos tiempos tienen como nexo común la imágen del lider popular, Rosas y Perón. Muy bueno.

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